jueves, 18 de diciembre de 2008

El futuro indígena tiene cara de mujer


Esta entrada no es un documento sociológico con carga científica, más allá de la lejanía del experto, de explicaciones intelectuales o especialistas, de análisis que pretenden explicar, definir y clasificar la pobreza. El objetivo es “comprender el rostro de la mujer”, -concretamente de la mujer indígena-.
Esto es precisamente lo que intenta transmitir el libro: “La pobreza en la mujer indígena”, todas las afirmaciones son extraídas del mismo; la dignificación de su trabajo, de su sufrimiento, de la marginación a la que se ven sometidas, es la tónica dominante en el día a día de la mujer indígena.
Mientras que la modernización ha mantenido su ritmo acelerado ,y crece la ansiedad por producir y consumir, en algunos rincones del planeta se da paso a la expoliación y expropiación de las formas de vida de los indígenas. Y es que lo que se llevó a cabo (y se sigue llevando en América Latina), no es una conquista, es un atropello, un saqueo.
A continuación se analiza el papel que juega la mujer en los diferentes aspectos de la cultura indígena, pero antes, hemos creído conveniente incluir la definición, que el libro hace de la cultura: “arraigado sentido de pertenecencia a una tierra, comunidad con expresiones propias, lengua y costumbres y organización social y política”.
Las mujeres son transmisoras de la lengua indígena, educadoras en valores históricos, “retransmiten el concepto del mundo que les rodea, del amor a la tierra y a la etnia”, revitalizando así las costumbre indígenas.
Pero además de ello, las mujer tienen una serie de tareas diarias que le vienen asignadas por la carga histórica, entre ellas encontramos la plantación y preparación de plantas medicinales, encargándose, por tanto de la atención médica de la familia. Preparan también el barro para crear las ollas que utilizarán para cocinar, siendo por tanto artesanas; y del mismo modo agricultoras, maestras… A pesar de ello, las actividades propias de la mujer, se ven y se valoran cómo algo intrínseco, algo que siempre ha hecho y debe seguir haciendo, sin apoyo.
Cómo observamos, en el ejercicio de las actividades diarias, los roles de la mujer son repetitivos, y están orientados a servir a los demás, mientras que el hombre se desarrolla cómo individuo, progresando de acuerdo a sus aptitudes. Es precisamente al desarrollarse estos roles, cuándo se establecen jerarquías, generando relaciones de desigualdad y subordinación.
Sin embargo, a pesar de todas estas aptitudes,las mujeres indígenas carecen de un proyecto propio de futuro, hasta el punto que en el libro se afirma que “la pobreza tiene cara de mujer”. A la mujer no se le considera un elemento productivo puesto que no produce dividendos en la escala de valores.
Uno de los principales aspectos que me gustaría destacar es la falta de formación y educación que recibe la mujer indígena, la familia no se esfuerza en la educación de las hijas, pues pronto habrán de casarse y servir cómo objeto de uso diario. No obstante ello, la educación es la principal variable explicativa de las diferencias entre clases, en el sentido en que supone la capacidad para modificar la condición de las personas.
Sin embargo, cada día más, la mujer irrumpe en el terreno externo, las alfareras, textileras etc han de salir a las ferias a vender sus productos puesto que el trabajo del hombre en el campo no es suficiente. De este modo el aumento de la cesta de bienes en casa contribuye al desarrollo de la familia, mientras que el trabajo de la mujer pasa a tener un valor “más reconocido”. La mujer está cada vez más presente en todos los ámbitos, por lo que no es de extrañar que la autora del libro afirme que “también el futuro tiene cara de mujer”.
La intención era incitar a la reflexión sobre los parelelismos exsitentes entre los dos Unversos Norte y Sur en lo que a la labor d ela mujer se refiere, apoyando iniciativas cómo la de este libro, situando a la mujer cómo motor de la sociedad.

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